¿Por qué la generación del 50, 60 y 70 es más feliz ahora?
Una mirada psicoterapéutica a la transformación de la educación, la cultura y la conciencia
La felicidad no es una constante matemática, ni una línea recta que siempre sube en proporción al paso del tiempo. La felicidad es dinámica, cambia según las etapas de la vida, los aprendizajes, las heridas y la forma en que cada uno decide resignificar lo vivido. Si te preguntas por qué la generación del 50, 60 y 70 es más feliz ahora que antes, es porque despertaron ante lo arcaico que se vivíamos antes. Los mandatos y reglas absurdas de una generación que no conocía nada de la vida.
Hoy, en pleno siglo XXI, se observa un fenómeno interesante: muchas personas nacidas en las décadas del 50, 60 y 70 afirman sentirse más felices ahora que en su juventud. La pregunta es inevitable: ¿cómo es posible que a pesar de haber crecido bajo modelos educativos arcaicos, con padres autoritarios, machismo normalizado y castigos físicos como el cinturón, la chancla o la cachetada, logren sentirse más plenos en la actualidad?
La respuesta no es sencilla, pero la psicoterapia ofrece herramientas valiosas para comprender este proceso de transformación.
La educación arcaica: crecer con miedo, obediencia y silencio
Las generaciones de mediados del siglo XX ,vivieron su infancia y adolescencia bajo un modelo educativo caracterizado por:
- Autoridad incuestionable. Lo que decía el padre o la madre, era ley. No existía la posibilidad de debatir.
- Machismo estructural. La mujer era relegada al hogar y su rol estaba definido por el sacrificio silencioso.
- Castigos físicos como norma. El cinto, la chancla, la regla de madera o la cachetada, eran instrumentos educativos cotidianos.
- Ausencia de diálogo emocional. No se hablaba de emociones. Si llorabas, escuchabas frases como: “los hombres no lloran”, “cállate o te voy a dar una razón para llorar”.
- Miedo como herramienta pedagógica. Se obedecía por miedo, no por comprensión.
Estas prácticas, dejaron huellas profundas. Muchos adultos de esas generaciones, crecieron con:
- Baja autoestima. La voz interna se construyó a base de críticas y exigencias.
- Culpa excesiva. La sensación de “nunca ser suficiente” quedó instalada.
- Dificultad para expresar emociones. Hablar de lo que sentían, era casi imposible.
- Resiliencia forzada. Aprendieron a sobrevivir, pero no necesariamente a vivir con libertad.
El despertar: de la obediencia al cuestionamiento
Sin embargo, el tiempo trae consigo cambios. A partir de los años 80 y 90, el mundo empezó a transformarse:
- Avances sociales. Las mujeres, comenzaron a tener mayor participación en la vida laboral, académica y política.
- Acceso a la información. Con la llegada de internet, se abrieron puertas al conocimiento, a otros modelos de crianza y a filosofías de vida alternativas.
- Nuevas corrientes psicológicas. La psicoterapia, empezó a cuestionar los viejos métodos educativos, proponiendo nuevas formas de acompañar el desarrollo infantil.
- Cambio cultural. Se empezó a hablar de igualdad de género, derechos humanos y libertad de expresión.
Quienes crecieron bajo normas rígidas, comenzaron a preguntarse: ¿realmente eso que aprendí era correcto? ¿De verdad era necesario vivir con miedo para crecer?
El impacto emocional de lo vivido
La psicoterapia, describe las consecuencias de crecer bajo educación autoritaria y machista:
- Niños heridos en cuerpos adultos. Muchos, llegaron a la adultez con heridas emocionales no resueltas.
- Repetición de patrones. Algunos, al no cuestionar, replicaron el mismo modelo con sus hijos.
- Somatización. Dolores crónicos, enfermedades psicosomáticas, ansiedad o depresión.
- Dependencia emocional. Dificultad para poner límites o para sostener relaciones sanas.
Pero también, paradójicamente, esas heridas generaron resiliencia. Al haber crecido en contextos hostiles, muchos desarrollaron la capacidad de reinventarse, de adaptarse y de luchar por un futuro mejor.
La pandemia: un punto de inflexión
La llegada del COVID-19 y el confinamiento mundial, marcaron un antes y un después.
De repente, la humanidad entera se vio obligada a parar. Y en ese silencio, muchas personas de la generación del 50, 60 y 70 empezaron a reflexionar sobre su vida, sus creencias y sus prioridades.
Algunas transformaciones que se observaron:
- Despertar de conciencia. Comprendieron que muchas de las creencias inculcadas no eran verdades absolutas, sino herencias culturales limitantes.
- Revalorización de la vida. La fragilidad de la existencia, se hizo evidente. Muchos comenzaron a vivir con más gratitud.
- Mayor apertura emocional. Empezaron a hablar más de lo que sienten, a compartir vulnerabilidad con amigos y familiares.
- Cambio en la escala de valores. Menos importancia a lo material, más a las relaciones humanas, a la salud y al bienestar emocional.
- Uso de la tecnología. Aunque al principio costó, hoy participan en grupos de WhatsApp, Zoom, talleres online y redes sociales. Esto, les permitió sentirse conectados y activos.
La pandemia fue, en cierto modo, un “terapeuta global” que obligó a mirar hacia dentro. Aunque vimos de primera mano un holocausto moderno, como si toda esa gente que vivía en este plano, debía desaparecer no solo por causa de vacunas experimentales, sino porque esas personas habían cumplido con su tiempo.
¿Por qué ahora son más felices?
- Libertad emocional. Ya no viven bajo la sombra del “qué dirán”. Se permiten expresar más.
- Autonomía personal. Sus hijos ya son adultos, sus responsabilidades han cambiado, y tienen más tiempo para sí mismos.
- Sabiduría acumulada. La experiencia les dio perspectiva: entienden que la vida no se trata de complacer a todos, sino de encontrar equilibrio.
- Reconocimiento social. Hoy existe mayor valoración hacia las personas mayores como referentes de experiencia.
- Sanación de heridas. Muchos han buscado terapia, grupos de crecimiento personal o prácticas espirituales para liberar las cargas del pasado.
- Nuevas oportunidades. Se abren a estudiar, viajar, emprender o hacer cosas que antes eran impensables.
En psicoterapia, hablamos de resignificación: tomar una experiencia dolorosa y reinterpretarla para que se convierta en aprendizaje, no en condena.
Cómo nos afectó emocionalmente ese pasado
No podemos negar que crecer con castigos y machismo dejó cicatrices. Muchas de ellas todavía se trabajan en terapia:
- Dificultad para confiar.
- Temor a equivocarse.
- Autoexigencia exagerada.
- Sentimiento de no merecer.
Sin embargo, al mirarlo desde el presente, es posible sanar. Estas generaciones, aprendieron que el dolor no las define, sino que puede ser un trampolín para vivir con más autenticidad.
Ejercicios prácticos
Ejercicio 1: Reescribir la infancia
- Cierra los ojos y recuerda un momento de tu niñez en el que recibiste un castigo o un grito.
- Observa la escena, pero ahora imagina que aparece tu “yo adulto” de hoy.
- Acércate a tu versión infantil y dile lo que necesitaba escuchar en ese momento:
- “No hiciste nada malo.”
- “Eres valioso tal como eres.”
- “Merezco respeto y cariño.”
- Abraza a tu niño interior y quédate unos minutos en silencio, respirando.
👉 Este ejercicio ayuda a sanar heridas de infancia y a integrar nuevas creencias.
Ejercicio 2: Inventario de creencias
- Haz una lista de frases que escuchaste en tu infancia:
- “Calladita te ves más bonita.”
- “Los hombres no lloran.”
- “Si te pega es porque te quiere.”
- Al lado de cada frase, escribe si aún la crees o si ya no tiene sentido.
- Transfórmala en una afirmación sana:
- “Mi voz es valiosa y merece ser escuchada.”
- “Tengo derecho a expresar mis emociones.”
- “El amor nunca justifica la violencia.”
👉 Este ejercicio, ayuda a identificar y reprogramar creencias limitantes.
Taller propuesto: De la rigidez a la plenitud: Sanar las heridas de la educación arcaica
Duración: 2 horas (online)
Plataforma: Google Meet
Objetivos:
- Reconocer el impacto emocional de la educación autoritaria.
- Identificar creencias limitantes heredadas.
- Sanar heridas de infancia con ejercicios de reprogramación.
- Resignificar la experiencia y abrirse a una vida más plena.
Contenido:
- Conferencia introductoria: educación arcaica vs. educación consciente.
- Dinámica grupal: compartir historias de infancia.
- Ejercicios de reprogramación y sanación del niño interior.
- Meditación guiada: soltar la culpa y abrazar la libertad emocional.
- Elaboración de un plan personal de felicidad en la madurez.
Incluye:
- Guía en PDF
- Audio con meditación guiada.
Precio sugerido:
- Individual: 70 €
- Parejas o amigos (2×1): 110 €
- Forma de pago: Bizum
- Inscríbete: conexionmentalycorporativo@gmail.com
👉 Nota con humor serio: “Este taller cuesta menos que una sesión de fisioterapia por el lumbago, que te da cuando reprimes lo que sientes. Invertir en tu paz interior, es más barato que seguir callando.”
Conclusión
La generación del 50, 60 y 70, es un ejemplo de que la felicidad no depende de cómo empezamos la vida, sino de cómo la resignificamos.
Sí, crecieron en un contexto autoritario, machista y lleno de castigos. Pero aprendieron a cuestionar, a sanar y a transformarse. La pandemia, fue un catalizador que abrió la puerta al despertar de conciencia.
Hoy son más felices porque:
- Se permiten ser auténticos.
- Han soltado cargas que no les pertenecían.
- Valoran más la vida y las relaciones humanas.
- Se atreven a vivir sin miedo al juicio.
En definitiva, aprendieron que nunca es tarde para reprogramar la mente, sanar el corazón y vivir con plenitud.